La palabra automóvil proviene del griego y del latín, y supone la unión de autos (“por sí mismo”) y mobilis (“que se mueve”).
El desarrollo del automóvil no hubiese sido posible sin los adelantos tecnológicos e industriales que conllevó Revolución industrial. Entre ellos, por ejemplo, la máquina de vapor, cuyo máximo desarrollador fue el británico James Watt, y que permitió la invención de los trenes y, a la vez, los primeros intentos de automóvil.